Aquella mañana del primer día de clases me senté con el rostro cabizbajo en el último pupitre, dos chicos habían corrido al verme y me lanzaron piedras, una de ellas me dio de lleno en el estómago, pero intenté que no me afectara. Todo iba (no iba bien) más o menos, cuando al entrar a clases los dos niños me sujetaron y comenzaron a patearme por todo el cuerpo. A ellos se unió otro, y después otro, al segundo siguiente todo el aula rodeaba mi cuerpo sobre el frío suelo, hasta que un chico apareció entre ellos y empujó a cuantos pudo, al llegar al centro se lanzó sobre mi cuerpo para protegerme de los golpes.