- Esto no está funcionando - exclamó Julián mientras miraba su reflejo en el espejo.
- Claro que no, ese color de corbata es espantoso - le contesté mirándolo fijamente-
- No, no lo entiendes. Lo nuestro no está funcionado - él se quedó callado por unos segundos. Deje el asiento que ocupaba en la cama, quería decirle algo, pero no podía -. Yo estaba buscando el momento adecuado para decirlo, pero no creo que ese momento aparezca alguna vez - él pasaba su mano por su castaño cabello una y otra vez -. Creo que debemos tomarnos un tiempo - él seguía balbuceando cosas que para ella no tenían sentido -. Di algo Elizabeth, por favor - concluyó él.
Sentí que me arrebataron el aliento y no podía pensar con claridad.
- ¿Hablas en serio? - le cuestioné. El movió la cabeza en señal de afirmación -. ¿De dónde viene eso? - él no decía nada -. No voy a darte un maldito tiempo, si quieres terminar solo dilo - él seguía en silencio -. Contesta imbécil - exploté.
- Quiero el divorcio Elizabeth, perdón, esto ya no funciona para mí - dijo él, mientras vi mi matrimonio de 5 años quebrarse en pedazos.
- Y así fue como el maldito me dejó - exclamé -. Ese día se largó. Me dijo que podía quedarme en la casa y que él se iría un hotel - continué diciendo - pero yo no podía quedarme ahí, así que me fui a donde una amiga, renuncié a mi trabajo y cuando empecé a incomodarla a ella y a su feliz vida con mi miseria absoluta, regresé y aquí estoy; con 29 años viviendo en Loms Town, con mi madre, sin empleo y sin un lugar a donde volver.
- Qué hijo de puta - expresó el motociclista que había escuchado atentamente mi historia por los últimos 15 minutos.
- ¿Verdad que sí? - le contesté; luego, confundida, entrecerré los ojos - ¿Cómo dijiste que te llamabas, buen amigo?
- Soy Tony - me contestó el hombre de unos 50 años.
- Mucho gusto Tony, soy Beth Wilson.