Sara desconocía los planes que el destino tenía para ella.
Tan sólo era una niña pequeña inmersa en un mundo aborrecible y un blanco fácil para el alma del diablo.
Aquel día en el que se había separado de sus padres en la feria fue el comienzo de la agonía irreversible, del sufrimiento palpitante.
De la tiranía de la venganza infalible.
Y ahora, después de tantos años en silencio, ella le buscaría para saciar su sed de resarcimiento y le haría desear el infierno una vez que lo tuviera entre sus manos.
Porque Sara era la víctima número siete.
La víctima cegada a la realidad. A la realidad de que posiblemente aquello que busca…
Realmente no exista.