Existen millones de personas en el mundo capaces de destapar lo que llevas oculto, de llevarse lo que abrazas con tanta fuerza, aunque sea agotador aferrarse por tanto tiempo a lo que quiere volar. Especialmente, cuando se trata de ti mismo.
Muchos dicen que las almas no se conocen por accidente, pero que nadie es capaz de encontrarnos para salvarnos de lo más profundo de nuestros propios océanos, o de las cenizas que dejó el fuego que alimentamos esperando a convertirse en llama.
Pero, ¿qué pasaría si un día te chocas con el océano o con el fuego delante de tú casa para enseñarte a nadar y volver a arder por tú cuenta?
Brooke tiene un océano de miedos, pero una llama de resurgir. Aidan tiene un incendio, pero no sabe nadar sin su propio fuego destruir.
¿Qué tan éfimero tiene que ser éste choque de mundos para encontrar lo que estaba perdido?
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.