No esperaba tener que mudarme a una ciudad soleada a mis 17 años, dejando atrás toda mi vida anterior en Portland, pero menos aún le esperaba a él, a Ethen. Ese era el nombre del chico alto y castaño con el que tendría que convivir ahora que mi madre había decidido mudarse con su nuevo novio a Florida. Además de traerme a la fuerza a la otra punta del país, tenía que dormir puerta con puerta y compartir instituto con ese niñato arrogante. A veces aún me pregunto si de verdad esto podía llegar a ser real. ¿Mi madre casada con uno de los empresarios más millonarios del país, que pensaba acogernos en su mansión de Miami y que, además, tenía un hijo por el que cualquier chica que tuviera ojos en la cara babearía? Definitivamente podría ser el sueño de cualquier chica de mi edad. Pero desde luego, no el mío. No hasta que le conocí.