Él dijo que no tenía una canción favorita, dijo que ningún sonido le gustaba. Así que decidí ayudarlo a encontrar alguna melodía que le gustara. Escuchamos las más hermosas canciones clásicas, pero ninguna le gustó. Escuchamos el canto de los pájaros, pero él lo odió. Escuchamos el jazz más alegre de todos, pero él despreció todos esos sonidos. Una dia mientras caminabamos caí en un pozo hondo, empecé a gritar para que él me ayudara. Y ahí él descubrió que le gustaba el sonido de mis gritos, se volvieron su canción favorita. Mis gritos de desesperación le gustaron tanto que no me sacó del pozo y se quedó escuchando mi desesperado llanto.All Rights Reserved
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