Mientras contemplaba a la mujer en la distancia, se preguntaba acerca de la ubicación de ese suave terreno. La joven no dejaba de reír mientras sostenía una flor entre sus dedos pálidos y delgados. Sin embargo, esa escena paradisíaca no duró mucho. Las nubes oscurecieron el cielo antes azul, el sol desapareció y la mujer también se desvaneció. Pero antes de partir, sus labios murmuraron dos palabras que llenaron su corazón de miedo. Era una maldición.
Y entonces...
Los ojos de Baghra se abrieron de golpe, sus palpitaciones sacudieron su corazón. Se levantó de la silla y miró el fuego ardiente y vivo. Pero la familiar sensación de frío rozó su cuello. Era el frío que conocía tan bien, como a un hijo propio, pero esta inquietante frialdad no le pertenecía a él.
Lo sabía, tenía conciencia de...
Baghra, quien nunca había temido nada más que las pequeñas preocupaciones que podía manejar sola, esta vez se encontraba en blanco, sin saber qué hacer. La oscuridad la envolvió.
"¡Ja, ja, ja! Te he encontrado."
Una voz gélida susurró, su sequedad cortante.
Donde el corredor argentino, conocido por su facilidad para chamuyar, cae ante una chica Ferrari
Donde Julieta, sin querer, cae ante el argentino chamuyero