"Siento su mano entrelazándose con la mía, mientras que el otro me acaricia la mejilla con delicadeza como si fuera una muñeca de porcelana.
-Nunca estarás sola -me dijo en un susurro con su voz sumamente fría, pero que mi corazón me decía que ella lo decía honesta.
-¿Qué hacemos con él? -Dejó de acariciarme para apuntar al malnacido estando amarrado a la silla.
-Déjamelo a mí -Mi voz ya no era la misma, había adoptado esa frialdad de ellos, solté la mano de ella y me acerqué.
Fruncí mis labios, y miré aquel hombre con repulsión y odio, quería hacerlo yo misma, pero él se notaba con unas ansias de hacerlo.
-Amor mío. -capte su atención-. Hazlo sufrir, por favor.
Aquellos chicos sonrieron de una forma desquiciada y yo... los imité"