Esa tarde, Zack había salido corriendo de su casa, harto de escuchar las frases pesimistas de su madre. Vivían en un pueblo, no muy lejos de un bosque, aquel bosque que parecía llamarle; se fue adentrando sin pararse a pensar en lo que hacía, cada vez más perdido, cada vez más confuso, lleno de rabia hacia su madre. Las ramas y hojas se mecían al son del viento que sonaba entre tronco y tronco, y sin darse cuenta, ahora solo se encontraba ante la tenue luz de la luna, la oscuridad había cubierto el cielo por completo, y el joven se encontraba perdido en aquel laberinto de ramas y hojas. A lo lejos, entre aquellos árboles, podía divisar una luz, y sin pensarlo mucho, comenzó a avanzar, sin saber a dónde se dirigia.
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