La primera vez que la vi fue la noche más aterradora de mi vida. La miré a los ojos mientras que su rostro era aplastado en la parte delantera del auto policial, se quejaba, dolorida durante el proceso en el que le colocaron las esposas, sin dejar de mirarme, aun con la sangre manchándole las mejillas. Su rostro se quedó grabado en mi memoria, probablemente para siempre. La segunda vez, era solamente mi compañera en la clase de inglés.