-¿ Nunca te dijeron que los fantasmas no existen?- dijo el niño con desinterés mientras abrazaba a la niña pelinegra- Deberías dejar de ver tantas películas de terror. - Estoy segura de que alguien estaba en mi casa, mamá no llega hasta en la noche y papá está de viaje- decía la niña entre lágrimas, abrazando al rubio. - Está bien, ven a mi casa hasta que llegue tu mamá- el niño agarró de la mano a la niña y la guío hasta su casa. La pelinegra intentó dejar de llorar porque sintió su mano tan cálida, se sentía en paz y tranquila, esa tarde la niña se dió cuenta que ese niño le gustaba. Se había planteado esas ideas antes pero ahora estaba segura, se lo iba a decir pero... ese fue su primer error.