El sonido de la brisa se escuchaba a través de la tela, se podían escuchar los grillos cantar en el frio bosque. Espere a que todos durmieran y cuando pasaron un par de horas me levante de mi cama, tome mi pistola y camine hacía su carpa. Tenía que ser cuidadosa para que nadie me descubriera. Habían pasado dos meses desde la primera vez que nos vimos, desde la primera vez que nos amenazamos. Odiaba lo que me había hecho y lo que le había causado a mi gente, a mis amigos, a quienes eran mi familia. El mundo se volvió un lugar desolado y frio. Era sobrevivir o morir. Había logrado formar un grupo, una comunidad, volverme su líder y su amiga. Me preocupaba por ellos, me encargaba de siempre tener comida y techo. Todo estaba en orden, al menos para nosotros. Hasta que un día él tuvo que venir. Estaba ansiosa y desesperada por poder escapar, quería ver a mis amigos y que las cosas volvieran a ser como antes. Apoye la pistola en su frente lo que hizo que él se despertara. -Dispara- lo mire con firmeza- así podrás ver a tus amigos. Vas a ser libre. - ¿No tienes miedo? -No, todos vamos a morir algún día. Así que dispara- se acercó a mi rostro- pero cumple nuestra promesa de crear el mundo que deseamos. En un movimiento rápido tomo mi muñeca y me quitó el arma. De repente quede debajo de el en su cama. Sus labios se unieron a los míos y por mucho que tratara de negármelo a mi misma, sus besos eran todo lo que mi cuerpo necesitaba para debilitarse. Y en ese momento entendí que estaba completamente perdida.