Cuando cruzo su mirada por primera vez con una esmeralda, su corazón se aceleró y su respiración dejó de fluir, por un momento el mundo desapareció y todo parecía ir en cámara lenta. Hasta el momento en que la cabellera peliverde desapareció de su vista. Las mariposas en su estómago y el calor en su sonrojado rostro fue lo que le quedó de ese amor a primera vista. Así fue como Aizawa Shota conocido lo que era estar destinado.