Los gritos de agonía rasgaban el aire, penetrando en los oídos de cualquier individuo como si de cuchillas afiladas se tratase. La terrorífica realidad se desplegaba ante nuestros ojos sin piedad. Aquellas abominaciones devoraban todo a su paso, sin distinción ni clemencia, alimentando su hambre insaciable con la carne de inocentes y saciando su sed con la sangre que yacía en la superficie del concreto. El asfalto se teñía de un macabro tapiz de muerte, donde los cuerpos destrozados y mutilados permanecían como ofrendas grotescas a estas criaturas repugnantes. Su aspecto nauseabundo y retorcido parecía ser una manifestación física de nuestros peores temores, como si las más horrendas pesadillas hubieran cobrado vida. Se rumoreaba que estos "monstruos" eran engendros nacidos de la ira de la propia naturaleza, una respuesta violenta y despiadada contra la enfermedad que la humanidad había infundido a lo largo del tiempo. Otros aseguraban que eran creaciones del dios en el que afirman creer, entes malignos que imparten un castigo divino a todos los pecadores que habitan en este mundo condenado. El miedo se había convertido en un carcelero implacable, aprisionando a las masas en un estado de pánico incontrolable. La desesperación se apoderaba de cada paso, de cada intento desenfrenado por escapar del inevitable beso de la muerte. Sin embargo, detrás de este oscuro telón de horror, se ocultaba algo más siniestro. Alguien, un ser maligno y despiadado, manipulando los hilos de esta pesadilla, orquestando el caos y la destrucción desde las sombras. Era un ser anhelante de poder y control, que se deleitaba con el sufrimiento y la desesperación de sus víctimas. La verdad, más aterradora que cualquier atrocidad que caminara por las calles, se dejaría revelar lentamente, poniendo en claro que nuestras tontas esperanzas de sobrevivir y encontrar una salida eran parte de un sueño efímero del que pronto debíamos despertar.All Rights Reserved
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