"¿Has tocado los pétalos de una rosa? Dime Hueningkai ¿has alzado la mirada y visto el cielo sobre tu cabeza? ¿Has sentido el sol sobre tu piel y escuchado una melodía que te envuelve y no te suelta? Claro, es tan común, tan sencillo e imprescindible, entonces ilumíname, mi cisne ¿por qué lo cambiaría todo por que te des cuenta que yo no soy el indicado? Porque yo no puedo alejarte por mi cuenta, Dios y todos los santos que te abandonaron al ponerte en mis manos, saben que yo no puedo."
Hueningkai tenía 19 años cuando lo conoció, era una tarde de primavera cuando él entró a la librería en la que trabajaba para ocultarse, porque Choi Soobin no sólo era un hombre apasionante, sino también el líder, vocalista, guitarrista y compositor de la banda de rock más popular de la era actual.
Él abrió la puerta cuando Hueningkai ya debió de haber cerrado, y sin aviso ni mucho menos derecho, llegó a interrumpir el camino de un lindo bibliotecario con un gusto empalagoso por la moda y un corazón aún más dulce.
Una dulzura que en sus tres décadas de vida jamás había visto.
Una dulzura que se infiltró en la vida del músico en forma de terrones de azúcar y rocíos de caramelo en su café negro.
Una dulzura que no le correspondía, pero veía en los ojos del rubio, como él estaría dispuesto a entregársela por completo si Soobin se lo pedía.
Soobin jamás se lo pediría.