Ser diseñadora de interiores es divertido cuando te ponen a cargo de un hotel como el Pyros, a donde la gente adinerada va para pasar buenos ratos con sus parejas, amantes, etc... Todo iba bien hasta que mi jefe, el señor Fairman, comenzó a involucrarse de más en el proyecto. Lo creí normal, pero en cuanto el trato profesional se transformó en seducción, me di cuenta de que, si trabajas para un hotel cuya traducción de nombre es "fuego", no tardarás en arder, y a mí, me tocó arder con él.