Hijo de la luna (Yo en My Little Pony)
6 parts Ongoing En un tiempo sin nombre, cuando las estrellas aún danzaban libres, la Luna no era solo un astro: era una diosa solitaria, guardiana de la noche. Su luz de plata acariciaba el mundo dormido, pero nadie la celebraba. Mientras el Sol recibía cantos y ofrendas, ella solo era recordada por los sueños y los aullidos.
Cansada de la soledad, la Luna elevó su ruego a las estrellas:
-Dadme un hijo... un alma que me acompañe.
Las estrellas, sabias y antiguas, respondieron:
-Lo tendrás, pero si alguna vez olvidas el amor, él será tu juicio.
Y así, nació el Hijo de la Luna. Sus crines flotaban como nebulosas, sus alas brillaban con el púrpura del cosmos. Le enseñó los secretos del cielo, las canciones del viento. Y él amó a su madre... pero también al Sol, al amanecer y a los ponis del día.
Pero el mundo seguía ignorando la noche.
El corazón de la Luna se tornó oscuro. Cegada por el abandono, proclamó la noche eterna y declaró la guerra al Sol. Entonces, su hijo descendió, no con odio, sino con lágrimas.
-Madre... no quiero luchar. Pero si el mundo ha de vivir, debo detenerte.
La batalla sacudió el cielo. Sombra contra luz. Madre contra hijo. La Luna arrojó tinieblas; él invocó estrellas y amanecer. Y al final, fue el hijo quien venció. No por fuerza... sino por amor.
Selló a su madre en el astro que lleva su nombre. Pero el precio fue alto. Quebrado, cayó del cielo como estrella fugaz. El Sol lo recogió en su luz. Y en el primer amanecer tras la noche eterna... el Hijo de la Luna cerró los ojos.
Desde entonces, cuando hay eclipse, los sabios dicen:
-Hoy, el Heraldo despierta. Hoy, la luz y la sombra se abrazan.
Porque incluso los dioses pueden caer.
Y a veces, amar... es saber detener aquello que más se ama.