Cuando me di cuenta, a la botellita se la habían tragado las furiosas olas, ya esta, lo he echo, ya no me queda nada. Lo único que puedo hacer es rezar al cielo para que el mar se tragué todas mis penas como lo hizo con esa botella que contenía mi dolor. Pero se que, al final, la cruz que hoy me cargo la llevare para toda la vida.