Sus cansados ojos marrones, veían hacia la esquina del cuarto. Me partía el alma verla en ese estado. -¿Nalia? -la llamé. Levantó su mirada y pude ver que estaba cansada... cansada de luchar, cansada de seguir. Sus ojos se aguaban poco a poco mientras la miraba. Me levanté de la silla, para ir hacia ella. -Duele Rixon, Duele. -respondió con voz entrecortada, y esas lagrimas que amenazaban en salir, por fin salieron. No esperé ni un segundo mas para ir y abrazarla. La abracé como si fuera romperse -porque lo parecía-, estaba tan débil. -Rixon -me llamó y la solté para verla a la cara-. Si yo muero quie-la interrumpí -No Nalia, tu no vas a morir. No puedes, no en este momento, no cuando mas te necesito -le dije uniendo nuestras cabezas. -Algunas veces tienes que soltar lo que mas amas, para poder aprender que no todo es para siempre -susurró -Sabes que esa frase no tiene sentido -Rixon cállate, dañas mi momento poético -me mostró esa sonrisa que tanto amaba y había dejado de ver -Amo cuando sonríes -le confesé - Y yo te amo a ti.