Kagome nunca había sido una persona egoísta o celosa, no necesitaba ponerle su nombre a las cosas para saber que eran suyas... O al menos así lo creyó hasta que su inestable matrimonio la obligó a abrir los ojos. Si ella era solo de él, ¿por qué él no podría ser solamente de ella? ¿Por qué tenía que compartir a su marido con el pueblo? Era hora de tomar cartas en el asunto.