Tras años de huir a Valentina le ha llegado la hora de enfrentarse con sus demonios, en particular con uno de hermosos ojos color chocolate. Después de haberse ido sin aparente explicación, es su turno de congraciarse con todo aquello que la alejo de la mujer que mas había amado en su vida, la única mujer que había amado en su vida. De congraciarse con una vida donde existía la constante de perdida de seres amados, congraciarse con un destino que creía poder romper y con todo aquello que le brindara la seguridad, de que quizá, no todo estaba perdido.