Hay veces en la vida, en la que solo estamos ahí, existiendo, sin darnos cuenta de lo que en realidad sucede. Alguna vez te has preguntado, ¿si estás haciendo lo que quieres hacer? Qué diría esa niña o niño que tenía sueños y que pensaba que todo en la vida era fácil, ¿estaría orgullosa (o) de lo que eres ahora? No nos damos cuenta de que algo está mal, porque estamos acostumbrado a solo existir, más no a vivir.
Tienes derecho a preguntarte ¿Esto es lo que quiero? ¿valdrá la pena? ¿vale la pena? Por supuesto que tienes derecho a explotar, a pensar que todo se derrumba a tu alrededor, que esa vida que creías prefecta, no es más que una simple fantasía, pero no tienes que dejarte vencer.
La vida es más que solo dejar que los momentos pasen o los días avancen sin realmente sentir que es una vida plena.
Es buscar la felicidad, lo que te haga sentir bien.
Ansiedad.
La definen como un sentimiento de miedo, temor e inquietud. Que puede hacer que sudes, te sientas inquieto y tenso, y tener palpitaciones, puede hacer que sientas un enorme vacío en el alma que te hace pensar que no está entrando suficiente aire y debes luchar por respirar correctamente o puede hacer que las lágrimas sigan cayendo a pesar de que no respiras con normalidad, incluso te hace pensar cientos de cosas en un mismo momento, que te agota mentalmente y no eres capaz de aterrizar una sola idea.
Esto me sucedía a mí. Todo el tiempo existiendo, en este mundo tan grande, donde existen millones de personas, que es difícil darse cuenta cuando alguien está fingiendo ser feliz. Siempre fui alguien feliz. Siempre irradiaba felicidad. Recuerdo que podía reírme a carcajadas hasta que mi estómago doliera. Tenía ataques de risa frecuentemente. Y todo cambión, las sonrisas eran falsas, o si eran reales ya no contagiaban la misma felicidad, los ataques ahora eran de ansiedad.
Me sentía atrapada en mi propia vida.
Pero, déjame ponerte en contexto...
Al defender a su familia de un asaltante y morir, Alicia es transmigrada a un mundo del matriarcado, donde las mujeres son el pilar y las que mantienen a la familia, mientras los hombres son los que se quedan en casa.
Lo más sorprendente para Alicia no es el sistema en el que se rige la sociedad, los hombres, que no solo son los que dan a luz, si no, que se dividen en dos.
Los oro, la clase baja que tienen tendencia a dar a luz a otros hombres.
Y los jade, la clase alta que tienen tendencia a dar a luz a mujeres.
No solo eso si no que al ser las mujeres un bajo porcentaje, las familias se conforman por un harem de hombres, los cuales no son vistos más que como máquinas de hacer bebés.
La imagen la saque de internet créditos de la imagen a: "Alya".