El frío y la oscuridad han hecho suyo a Darkess.
Nuestras leyendas hablan sobre vampiros, hombres lobo, sirenas y un sin fin de historias fantásticas. O absurdas... dependiendo quién lo vea.
El castillo de la familia Colburn había estado abandonado desde que tenía memoria... hasta que llegó él. Y si algo podemos decir, es que su belleza nos hipnotizó.
O por lo menos, a la mayoría.
Aamón era extraño como solo él podía serlo.
Y me dí cuenta de que era peligroso desde que lo vi lleno de sangre en el bosque.
Pero, ¿Si el mal te seduce, no lo seguirías por el camino del desenfreno?
Su amor era un maldición y mi deseo una poderosa fuerza de destrucción.
Supe que tendría problemas desde esa noche en el risco.
¿Qué pasó con mi hermana? ¿Quién era esa persona que me perseguía? ¿Por qué mató a ese viejo? ¿Y los demás desaparecidos?
Eres un peligro. Eres prohibido.
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-¿Quieres esto, Elizabeth?
-Sí, señor Colburn.
-Llámame por mi nombre, Princesa. ¿Qué es lo que quieres?
-Que me uses. Quiero ser tu esclava, seré el viento tranquilo, o la tormenta desesperada. Toma todo lo que quieras, yo te lo daré. -digo con una voz desesperada.
Y deseosa.
-Ponte de rodillas, Elizabeth.
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