- ¿Aceptas? - pregunta poniendo una rodilla en el césped, tomando mi mano derecha en la una de las suyas y con la otra sacando una pequeña caja que dentro contenía un pequeño pero hermoso anillo de compromiso. - Si - respondí con una sonrisa en parte forzada porque sabia que por la ventana nos veían nuestras familias, pero también un poco real. Y con esa respuesta, definitivamente, había firmado lo que no sabía si sería una bendición o no.