Antonio y Roderich tenían una tradición. Cada 20 de octubre, sin importar lo ocupados que estuvieran, se reunían para celebrar el aniversario de cuando estuvieron casados. Para Antonio esa fecha significaba también el aniversario de cuando se miraron a los ojos por primera vez, y el aniversario de la primera vez que Antonio le había sonreído a Roderich al verlo de pie junto a Felipe en el altar. Siempre era igual, unos años se encargaba de organizar la noche Roderich y otras Antonio. Normalmente solían cenar juntos y tras eso, el que había organizado la cena ese año, acompañaba al otro al hotel en el que se quedaba y se despedían. Esta vez Antonio estaba dispuesto a darle a Roderich la mejor noche de su vida y romper con la tradición.
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