Lo que el mundo nos esconde puede ser aterrador. Si fuéramos consientes de las bestias oscuras que habitan en las tinieblas más remotas de aquellos lugares que creemos deshabitados, viviríamos con un constante desosiego y miedo. Ser ignorantes a veces es mejor para nuestras sensibles mentes. Pero ella no estaba dispuesta a mantenerse cómoda en su ignorancia. Quería saber lo que ocultaban las sombras de la noche, quería saber lo que el mundo nos esconde para no complicar nuestra existencia, a pesar de que lo que ella encontrara pueda ser más crudo de lo que esperaba. La verdad no siempre es lo que buscamos por el miedo a que la realidad sea demasiada para nosotros. Pero vivir ingenuamente sin saber lo que la rodeaba no era una opción para Amaris cuando conoció a la peor de las bestias y se embelesó por esos ojos ávidos de sangre que reflejaban el peor de los infiernos y aquella sonrisa que la derretía como si las llamas del mismísimo inframundo la quemarán sin piedad. Sin embargo, ella no se permitiría caer y él no se rendiría hasta doblegarla y llevársela con él.