Nadie sabía con certeza quien era Morana. Ni mucho menos de dónde había salido. Lo único que se sabía con certeza es que su apodo lo tenía bien merecido; "La Diosa de la muerte" Desde que su padre la vio la primera vez luego de nacer, supo que Morana sería una diosa, porque si, ella parecía una diosa, con su cabello rubio, piel blanca como la nieve y electrizantes ojos azules, pero solo aquel que era tan desafortunado para estar en su nómina, sabía perfectamente que ella no solo se veía como una Diosa, si no que en efecto ella era la mismísima Diosa de la muerte.