No vine aquí a contar mis lamentos, ni mucho menos mi asesinato. Vine a advertirte, para que no cometas los errores que todos hemos cometido. Dijo con firmeza aquel extraño ser. Luego de haber corrido tanto, estaba agitado. Mi frente sudaba, el frío hacía que me doliera respirar y mis pulmones se congelaran. Esa voz, la reconocía de algún lado.
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