Cuando nuestra infancia se quebró, comenzamos a escribir lo que más añoramos, aquello que anhelamos en secreto, nuestros sentimientos. Algo tan poderoso que solo pocos entenderán. Nos asusta sentir cualquier emoción pequeña y nos aterra pensar en cualquier coraje e ira desatada. Pero nos alivia rotundamente escribir sobre nuestros pensares en textos pequeños que probablemente harán sentir identificado con cualquier situación a la mayoría.
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