Sus heridas del alma pueden salvarlos. O destruirlos.
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Inseguridades. Demonios
Todos los tenemos, ¿no?
Bueno, Isabella Smith y Nicholas de Luca eran el claro ejemplo de que los humanos podemos estar destrozados y que respirar no significa vivir.
Hace más de dos años que una parte de ellos murió, partes que ellos no han sido capaces de reconstruir.
Porque, cuando un alma se rompe en cien pedazos, solo se encuentran noventa y nueve de ellos.
Porque hay partes que uno mismo no forma, no colorea, no construye.
Muchas veces, hay piezas de madera que tienen un lugar, color y tiempo específico.
Y que por más esfuerzo que pongamos en meterla en un hueco libre a presión, esa pieza puede explotar en cualquier momento.
Derrumbando todo, desencajando todo.
Isabella y Nicholas sabían eso, a la perfección. Lo sabían con el dolor de sus almas, con la culpa, con los pedazos de corazón roto.
Lo sabían con los años bajo la tormenta, con los años ahogados en la miseria.
Pero, por extraño que suene y parezca, cuando ambos se encuentran, supieron que eran el uno para el otro y no les extrañó que, al poco tiempo, sus almas se volvieran una sola.
Digamos que ellos son un solo rompecabezas, que las piezas que le falta a uno las tiene el otro y que una parte de ellos siempre estará conectada.
Siempre.