Jade Mackenzie odiaba con el alma a su jefe, Caín Sloan. ¿Y cómo no? Pese a su atractivo masculino y sensual aura, capaz de hacer temblar las piernas de cualquier mujer con solo una mirada, aquel hombre era la personificación del mal, un demonio cuyo único propósito era torturarla en el infierno al que llamaba "trabajo". Pero no podía quejarse, después de todo, el sueldo que ganaba cubría todos sus gastos, y los de su familia. Por eso, logró adaptarse al duro ambiente laboral, hasta que un pequeño error al confundir unos documentos desató la ira de aquel hombre. Y, ante las palabras: "¡Estás despedida!" que sus carnosos labios emitieron con furia, ella solo fue capaz de responder con una mentira: Jefe, ¡Estoy embarazada!". Nunca imaginó que aquello traería consigo un sinfín de problemas.
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