Comencé a gritar y forcejear lo más que podía, pero ya me tenían inmovilizada. Suplicaba a mi padre que diera la orden de detenerse, pero no lo hacía. Todos en el lugar buscaban la manera de mantenerme atada a la camilla mientras el doctor ponía las inyecciones en mi cuerpo. Giré la cabeza y vi a mi padre con un dedo sobre sus labios indicando que hiciera silencio, así que lo hice. Una lágrima escapó de mi ojo al ver nuevamente su indiferencia hacia mi dolor. Y luego, el fuego corriendo por mis venas. -¡Hail Hydra!