Creemos que somos lo suficientemente fuertes para pelear miles de guerras, ¿Es eso cierto? O sólo es el miedo el que nos hace actuar y demostrar que aparentemente en nosotros no habita debilidad. Nos acostumbramos a los daños emocionales que algo tan simple como palabras, puede dañar de una forma tan vil, y cuando despertamos y realmente nos damos cuenta, ya hemos caído en el abismo de emociones inefables que nos torturan en cada respiro. Al final solo nos vamos a rendir y recordar los momentos preciados, que nos sacaron sonrisas, ¿pero realmente estábamos felices?.