Trisha Collins es mi nombre. El día de mi onceavo cumpleaños descubrí que era una bruja. Estaba muy feliz al igual que mis padres, no voy a mentirles...Toda esa felicidad se evaporó en cuanto Minerva McGonagall me puso el primero de septiembre el sombrero seleccionador y luego de unos cuantos segundos gritó: Slytherin.
Slytherin. La casa de los magos tenebrosos, de los famosos y prejuiciosos "sangre pura"...y yo, que a sus ojos era una impura, una paria, estaba allí. Allí con todos esos cabezas de chorlitos. Hasta el día de hoy me pregunto porque no pude quedar en Gryffindor, en Ravenclaw o en Hufflepuff. El sombrero andrajoso ese me debía una buena explicación.
No fue fácil ser su burla y su juguete, aunque su opinión poco me importase. Con el tiempo empecé a soportar las bromas, a hacer amigos en otras casas y a hechizar a quienes me molestasen aunque me acarrease un castigo...o el que el padre de Draco Malfoy viniese a la escuela.
Ah, Draco Malfoy. Ese engreído niño rico y mimado. Demasiada atención de mami, más el respaldo de papi dieron como resultado un reverendo cobarde que solo tiene amigos que andan tras su dinero...Y a Parkinson, que es su zorrita faldera.Nunca estuvo entre mis planes acabar perdidamente enamorada de él.