Entre unos leves susurros, entre un breve lamento, entre una curiosidad que la llevó aquí y entre unas rejas que la dejan encerrada en mi jaula ahora era mía. - Lo siento Adalia, no puedo. -¿Por qué? Saqué de mi bolsillo una libreta sucia y vieja, la abrí por el principio y empecé a narrar. -No quiero que me veas como el malo de esta historia, por ello, quiero contarte un cuento, un diario mío. En este, tu nombre ocupa un nuevo capítulo.