Lyssa tenía una cosa clara, odiaba a la propietaria del edifico en el que vivía. ¿Tanto le costaba darle un apartamento en el que poder vivir durante los próximos dos meses? A Lyssa le había quedado claro que la dueña era una urraca, así que para no gastarse más dinero, la señora le había mandado a vivir al piso del tercero. Y por supuesto que tenían que haber inconvenientes. En el tercero vivía el chico más guapo que Lyssa había visto en su vida y aunque los dos lo negasen, entre ellos existía una atracción irresistible.
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