La forma en cómo la yema de sus dedos acariciaban, y hacia estremecer cada parte de mi cuerpo, era fascinante. La manera en la que su lengua se introducía muy dentro de mi, de mis paredes, no había nada que se igualará. -¿Te gusta cómo te lo hago? -menciono entre respiraciones agitadas. Nabi estada a su cama. No podía decir ni una sola palabra, es que no podía. Pero todo lo bueno, siempre trae consigo desgracias. -No puedes acostarte conmigo y hacer como si nada. -Sí, claro que puedo, mírame hacerlo. Su peor error fue retarlo, tal vez hubiera sido mejor haberle escuchado.