- Eres realmente repugnante. Aléjate de mí y de mi bebé. - ¿Repugnante?. A pesar de mis explicaciones, sigues siendo tan necia. Perdóname por lo que haré, Kotoha.-. Lágrimas falsas salieron de su pálido rostro, resbalando por sus mejillas, y mezclándose con la sangre carmesí que quedó de su merienda. Kotoha huyó.