Sandra, mejor amiga de la madre de Mateo, participo en su vida de manera constante y amorosa, cada vez que necesito de su presencia. Lo arrullo en sus brazos y a medida que fue creciendo, lo acompaño como consejera y amiga. Apego, afecto y amistad podían definir su vínculo. Fueron pasando los años y una primavera, cuando el jovencito tenía la tierna edad de 21 años, ayudo a Sandra con su mudanza a un pueblo cercano a Barcelona, Alellia, donde las cosas cambiaron drásticamente, volviéndose el cariño maternal en pasión desenfrenada la cual fue correspondida.
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