«¿Estás muerta?» eso fue lo que pensó Ronald McKenzie cuando sostuvo la mano de su pequeña Cecy durante aquella mañana tormentosa. Su hija estaba por morir, él lo sabía. Cuando todo estaba por derrumbarse, y la poca voluntad sobrante se encontraba en las tinieblas más obscuras, una chispa de esperanza tocó a la puerta de Ronald, una invitación extraña de un remitente desconocido. La suerte cambia… ¡Bienvenidos sean todos ustedes a la mansión Winsert, esperemos que logren alcanzar el éxtasis de su diversión, y encuentren lo que han venido a buscar! ¡Que empiece el festín!