El destino una vez predicho no puede alterarse, tarde o temprano todo marchará a su curso. Atsumu era huérfano, por lo menos eso es lo que creyó por veinte largos años. Nunca se quejó de la vida que le había tocado al vivir bajo el cuidado de la iglesia ni tampoco reprochó el tener que hacerse responsable de muchas cosas a la vez. Pero parece ser que existía un secreto de su nacimiento que desencadena ser presentado en la alta sociedad, presente con nobleza de otros reinos, presente frente al rey más extraño y lindo que pudiese existir. Y que ese extraño y lindo rey sea su alfa destinado.