El detective privado Carlos Soto, vive a duras penas con su trabajo, porque quiere. Él fue un experto en informática que, por los avatares de la vida, perdió el rumbo, y dio un giro a su existencia, dedicándose a la investigación privada, especializándose en "infidelidades": para eso, ha fabricado una herramienta formidable de búsqueda y análisis de información en Internet, llamada "El Buitre".
Siguiendo la notable tradición de los emprendedores chilenos, usa una presentación "pitiyanqui" en sus tarjetas: "Carlos Soto, Private Detective".
Aunque vive penurias económicas, se siente muy cómodo en su zona de confort. Esto es algo que odia su mentor y amigo, un viejo detective retirado hace siglos, de apellido Chaparro, y sus recriminaciones ya dan para una antología aparte. "Tus facultades se atrofian con esos casos de mierda", suele decirle el viejo, cuando se reúnen en su casa de Ñuñoa, para apagar la vocecita de un whisky de 12 años.
En medio de eso, se ve envuelto en un caso de homicidio, en apariencia, común: Pablo Hemprich, una joven promesa científica, es asesinado en las dependencias de una importante universidad pública de Santiago de Chile.
A regañadientes, el huraño detective de la PDI, Mauricio Gálvez, lo invitará a "mirar" el caso, obedeciendo una sugerencia de Chaparro, por quien, al igual que Soto, siente una gran veneración.
De ese modo, usando sus dotes técnicas (que es mucho más que sus dotes "inductivas" y "deductivas"), Soto comenzará a atar cabos, y lo llevarán a verse inmerso, al final de la historia, en una de las conspiraciones más importantes de los últimos tiempos.
"Soto, Private Detective", es una novela dura, tanto por su lenguaje, como por la crudeza de su historia y de su personaje principal. Es una novela negra, con tintes de comedia. Si se atreve a hojearla, ya está advertido; pero, eso sí, no se arrepentirá de llegar hasta el final.
P.D.: se incluye un diccionario "chileno".