La historia que no escribimos.
Nunca fue solo una historia de encuentros fortuitos ni de conversaciones olvidables. Fue real, tan real como todo lo que nunca se dijo. Tan cierto como las miradas que se sostenían un segundo más de lo prudente, como los silencios que pesaban más que cualquier palabra.
Él era profesor, acostumbrado a las certezas, a explicar verdades inmutables, a mantener las distancias que el mundo le había enseñado a respetar. Ella llegó sin aviso, con preguntas que no buscaban respuestas, con la osadía de quien aún cree que todo es posible. No era la alumna más brillante ni la más callada, pero tenía una manera de estar en el mundo que lo sacudía.
No fue un amor convencional, no siguió las reglas de lo permitido, pero tampoco se escribió con urgencia ni con culpa. Fue un amor que existió en los márgenes de lo cotidiano, en los espacios compartidos sin exigencias, en la intimidad de las ideas más que de los cuerpos.
