Luego del suicidio de mi madre, todo cambió repentinamente.
No volví a ver a mi padre. Nunca olvidaré sus últimas palabras...
-Voy a visitar a mi hermana, esta muy enferma. Leonor, cuida de tu hermana menor, no me tardo.-
Pasaban las horas, y mi padre seguía sin aparecer. Mi hermano, que en su momento tenía nada más que once años, probó llamar a nuestra tía. Respondió muy confundida, papá nunca había ido.
Después de unas cuantas horas de estar sola con mi hermano sin saber que hacer, llega nuestra abuela, nos dice que guardemos todo, que nos vamos a vivir con ella, que papá se tiró de un puente, que un transeúnte fue testigo, que se llamaba Pedro, que vivía a unas cuadras del puente, que no había nadie, que el abuelo nos estaba esperando, que había cocinado galletas, que, que.
La vida en la casa de mis abuelos era MUY distinta, estabamos acostumbrados a otra cosa. Se despiertan a las cinco y media de la mañana y nos exigen preparar el desayuno. Dos tostadas, una para cada uno. Una con dulce de membrillo, pero no tanto, porque si no hace mal. La otra con mucho dulce de leche. Para tomar, café descafeinado (la cafeína los altera mucho). Una banana para cada uno, carecen de potasio. Jugo de naranja para mi abuelo, la vitamina E le viene bien para el estómago, o eso es lo que él dice..
Y así con todo...
Apenas cumplí los dieciocho, mi hermano compró un departamento para ambos. Y ahí fue donde enserio comenzó todo.
Después de tantos años de tristeza y tortura, decidimos dejar todo atrás y vivir como si fuera el último día de nuestras vidas. Empezamos a salir a bailar, a embriagarnos, a conocer gente, a tener citas y a trabajar para nosotros, y nadie más que nosotros.
Pero también llegaron los problemas... y de eso se trata todo.All Rights Reserved