Eran sus sentimientos prohibidos, tan inevitables; que los alentaron a probar los sabores agridulces de la profanación. Alexeil Arkádievich, sintió a su hija aferrarse, ella lloraba -te amo papá - y evitando que alguien la descubriera, él recubrió el rostro de ella con su mano cubierta por un guante de cuero negro. Acarició el hermoso cabello rojizo de Verónica, recordó entonces como ella lo frotaba contra su pecho desnudo en incontables noches. Tal vez, en otra vida. Sería correcto amarse sin sentir el peso de las miradas sobre ellos, el miedo de ser descubiertos - Ella no era su hija, no de sangre al menos -aun asi, sentía el pecado bajo su piel. Era suya y, por encima de todo: ¿Cómo es que ella lo deseaba? Verónica, se aferraba a él, al único hombre de su vida. Un oscuro romance, por un hombre prohibido.