—Entonces Lea, ¿qué dices?— me preguntó girando sobre sus talones.
Se veía muy guapo, aunque eso era algo que no me sorprendía. Tenía unas flores en sus manos, junto con una caja de chocolates. ¿A cuantas otras casas de chicas había llegado así?
—¿De verdad creíste que el traje, las flores y los chocolates servirían?— le pregunté no convencida. Él asintió—. Eres un iluso, Tom.
—Lea, no hago esto por todas las chicas— me reclamó él.
—Eso es cierto, no creo que te guste usar el mismo traje con toda la población femenina, ¿qué dirían de ti?— le pregunté irónica y una sonrisa burlona apareció en su rostro.
—Lea, no miento— su tono de voz era tenue—. Estoy aquí, con un traje, flores y chocolates, ¿acaso no quieres salir conmigo?
—Primero muerta antes de salir contigo— le dije irónica y cerré la puerta.
¿Qué se creía él? ¿Qué llegando así como le llegaba a todas las chicas diría que sí?
Dios, Thomas Colton. No sabes lo que estás haciendo ni en el terreno en que te estás metiendo.