El gatillo entre mis dedos, mi mano tomando el mango, el arma esperando ser disparada, la levanto dirigiéndola hacia la coronilla de su mente manipuladora, la fanfarrona codiciosa observándome con una sonrisa, su mirada arriba y la mía hacia abajo, pasaron años para poder mirar hacia abajo observando sus rodillas rojas, sus labios dibujados con una sonrisa juguetona, bajo el arma, mi larga mano tomándola de la garganta con fuerza, la alzo pegándola contra la madera fría y vieja de la cabaña.
Jager Weidmann era su nombre un hombre alto de postura dominante, mirarlo sonreír era escalofriante, sus ojos siempre estaban en blanco sin ninguna llamada de vida, esos ojos grises que te hacían gemir durante todas las noches, un hombre territorial, una bestia, un Monstruo.