El fuerte viento batía contra las ramas de los árboles del bosque mientras que la neblina obstruía la visión y solo se podían escuchar los ruidos de murciélagos y ramas caer. Nuestra piel se erizaba y nos manteníamos espalda con espalda, abriendo los oídos a cualquier ruido extraño, ya que las linternas no cumplían ninguna función.
Al final del camino había una luz, el fuego se hacía notar. Y sí, creo que era ese el lugar que buscábamos, sin compañía, solo ella y yo, jugando a los detectives, contra algo que ni siquiera sabíamos que podía ser, algo sumamente peligroso, pero para nosotros era un simple juego, un juego del cuál no sabíamos si podríamos salir respirando. Y sí, el miedo también corría por nuestras venas, no el miedo a él, sino el miedo al GAME OVER.