El verano, mi estación preferida, playas, sol, helados y alegría, pero lo que más me gustaba era visitar a mi abuela, vivía en una gran casa estilo victoriana en las afueras de la ciudad, muchos de mis compañeros de clase bromeaban en que la casa tenía un gran parecido a la Mansión Winchester la cual es conocida por su interesante arquitectura y el rumor de que avitan almas perdidas incluyendo la de Sara Winchester la dueña de esta propiedad, incluso inventaron algunos rumores de que alguien había muerto allí o que debajo había estado un cementerio antes , típicos rumores de niños, a causa de dichos rumores los niños temían acercarse a la casa y de hecho de niña nunca tuve muchos amigos por el miedo que imponia la casa y mi abuela, que nunca fue una mujer muy amable con los visitantes curiosos que se asomaban por las ventanas intentando conseguir algunas fotos de la misteriosa mansion embrujada del pueblo, dichos curioso terminaban bañados en agua por cortesia de mi abuela, aunque de igual manera al final del dia lograban tomar alguna foto borrosa y claro que no se iban sin antes arrojar papel a la casa, no los culpó eran personas dejandose llevar por los rumores y las malas lenguas,
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Un pueblo donde no se recibe con mucha gracia a los recién llegados así que cuando Los Steins se mudan a su lado, Leigh no puede evitar sentir curiosidad.
Los Steins son adinerados, misteriosos y muy elegantes. Lucen como el retrato perfecto de una familia, pero ¿Lo son? ¿Qué se esconde detrás de tanta perfección? Y cuando la muerte comienza a merodear el pueblo, todos no pueden evitar preguntarse si tiene algo que ver con los nuevos miembros de la comunidad.
Leigh es la única que puede indagar para descubrir la verdad, ella es la única que puede acercarse al hijo mayor de la familia, el infame, arrogante, y frío Heist.