-Que ironíca es la vida, ¿No?, Yo te supliqué, lloré, pedí clemencia, pero tú te burlabas, y ahora mira dónde estás... El karma, oh amado karma. - Su cara estaba empapada de lágrimas, me recordaba a mí, llorando para que se detuviera.
Estaba amarrado, de brazos y piernas sobre la silla, y una mordaza en su boca.
-Fuiste tú quien comenzó esto, por tu adicción.- Lo señale con la filosa navaja, su cuerpo tembló, sonreí y miré el objeto en mi mano.- Está filoso, ¿Eh?.
Marcos balbuceaba, pero la verdad no me interesaba oírlo.
De pronto se empezó a escuchar ruido desde afuera. Oh no, estaban aquí, debía darme prisa. Él se dió cuenta también porque empezó a chillar. Guarde la navaja, igual ya me había divertido mucho, la remplace por una pistola, le llamaba, Cruella.
Empecé a sudar se escuchaban cada vez más cerca, trague saliva y lo apunté con Cruella, sus ojos se abrieron como un huevo frito, apunte su entrepierna, ¡Boom!, su estómago, ¡Boom!, La sangre brotaba y salpicaba mi ropa y cara, ladee la cabeza, su vitalidad iba desapareciendo de a poco. Apunté su frente, él me miró y por un momento dudé; él había sido la figura paterna que tuve, pero no una buena figura, había causado mucho dolor, sus ojos estaban mirando profundamente los míos; los policías estaban muy cerca, escuchaba sus voces, apreté el gatillo, justo en su frente.